Aparte de Cristo no hay nada, no se tiene nada y no se puede hacer nada (Juan 15:5). Los pobres en espíritu son los humildes de corazón (comp. 11:29), que no confían en sí mismos como autosuficientes, sino que se aferran a Jesucristo como única fuente de seguridad y felicidad. Se someten a Cristo como rey soberano. La humildad es la primera letra del “alfabeto cristiano”. La razón o causa de su dicha es que el reino de los cielos ya pertenece a ellos, y solamente a ellos (v. 3b, trad. del autor).
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